martes, 8 de octubre de 2013

Valoración de Ianire Valer, Voluntaria del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

Me gustaría poder pensar que el mundo no está loco, que la gente no es siempre como la imaginamos y que no tenemos un prototipo para cualquier persona o cosa, porque es precisamente eso lo que nos machaca, las primeras y buenas impresiones que tenemos de una persona y lo que verdaderamente son o dan a entender que son. Quizás podría pensar que nadie tiene primeras impresiones de alguien o incluso de algo, pero estaría confundida y me estaría engañando.
Soy la primera que me guío por las impresiones, y por éstas mismas me he dejado llevar durante mucho tiempo hasta que llegué a San Gil hace casi dos meses, un pueblo de muy pocos habitantes en el que te preguntas ¿qué hago yo aquí? Pero en el que poco a poco vas dando sentido a todo lo que van a significar esas dos palabras en tan solo 15 días.
Aún recuerdo el primer día, nervios, incertidumbre... el no saber lo que te ibas a encontrar, si encajarías con los demás voluntarios, las actividades, las personas con las que ibas a convivir...en otras palabras, esas personas que iban a ser durante dos intensas semanas tu familia. Pero tras conocer a los usuarios, a los compañeros voluntarios y a los monitores supe inmediatamente que lo que al principio podía ser una simple experiencia, se convirtió en pocas horas en la mejor experiencia con la que me había encontrado en mi vida.
No me imaginaba lo equivocada que estaba respecto a todo antes de llegar San Gil, y lo rápido que me di cuenta de mi error. Las personas con las que me encontré eran diez veces mejor de lo que me podía imaginar. La simpatía y dulzura que desprendía cada uno de ellos a los minutos de conocerte, el cariño que te transmitían con tan solo un abrazo y toda la complicidad que podías sentir a través de una mirada. Tener la sensación de levantarte todas las mañanas sabiendo que vas a hacer feliz a esas personas aunque tan solo pasen un par de horas a tu lado, lo que para otrosno pueden significar nada, pero para ellos significan un mundo.
En San Gil nadie es diferente, ni nadie es menos que nadie, la discapacidad es sólo una simple palabra que no existe, es más en muchas ocasiones eras tú la que te sentías así, y en vez de cuidar tú de ellos, ellos te cuidaban a tí. Ellos son los que nos han enseñado lo que es la vida, nosotros simplemente hemos escuchado, observado y recapacitado, darnos cuenta de que lo que pensábamos que era importante en realidad no lo es, son simples tonterías de las cuales hacemos una montaña de un granito de arena.
Personas que tan sólo te conocen de 15 días, y hacen que te emociones día sí y día también, ya sea por lo que te cuentan de su vida, o simplemente por las palabras que te dicen, frases como “No quiero que te vayas, por favor quedate” o “Te voy a echar mucho de menos, ven a verme”. Frases que te hacen sentirte afortunada por vivir la experiencia que estas viviendo y porque sabes que algo estas haciendo bien para que los usuarios se emocionen al decirte esas palabras, y porque esos 15 días que pasas con ellos son los mejores de su vida, y de la tuya. Personas increíbles e inmejorables que te quieren y les quieres.
Pero esto tampoco sería lo mismo sin los compañeros voluntarios, sin los cuales esta vivencia no sería lo mismo.
La alegría de Lucía, la superación de Jessica, la dulzura de Claudia, la valentía de Alba, la simpatía de Anabel, la sonrisa de Ferran, las risas de Willy, las palabras de Jon, la confianza de Badajó, la complicidad de Ross, el cariño de Rubén, y la ternura de Olga. Personas de diferentes comunidades, con las cuales nunca has convivido, pero con las que en apenas 24 horas te sientes como si les conocieses de toda la vida.
La confianza, la complicidad y el cariño que se crea es mucho más fuerte de lo que te podías imaginar, personas que te transmiten y te demuestran mucho más que otras que conoces desde hace 21 años, que son tus amigos pero a la vez tus hermanos. Con los que has compartido mañanas, tardes, noches, risas y grandes momentos de los cuales cada uno de nosotros tenemos grandes recuerdos. Las buenas amistades que se han creado no se acabarán por muchos kilómetros que nos separen, porque las relaciones tan buenas que han surgido en tan poco tiempo son muy difíciles de romper, porque cada uno de ellos es único y especial. Y como olvidarme de los monitores, personas que en todo momento han estado a tu lado por si necesitabas cualquier cosa, con los que podías compartir todo tipo de momentos, y sobretodo aquellos que te enseñaban lecciones de vida, el luchar por lo que se quiere, grandes personas que han hecho que este campo de trabajo sea muy diferente a todo lo que conocíamos hasta el momento.
Siempre, repito SIEMPRE, habrá un recuerdo de San Gil que me haga sonreír como si fuese el primer día, como si aún me quedasen ilusiones como a un niño pequeño que estrena sus zapatos nuevos de charol ante su primer día de colegio. Y es que es eso precisamente lo que me hace sonreír, lo que me hace feliz y lo que me hace seguir adelante, las mínimas cosas que nos pueden motivar a cualquiera, los pequeños detalles, los cuales hacen grandes momentos. Agradecer a todos aquellos con los que he tenido el placer de compartir este campo de trabajo, por todo lo que me han hecho vivir a su lado, por el cariño que me han dado, y por ser personas tan increíbles que no se encuentran fácilmente. Gracias por todo, de verdad. Y ojala tenga la oportunidad de volver a vivir esta especial y fantástica experiencia.

Valoración Personal de Ross Cordova, Voluntaria del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

Es curioso recordar aquel lugar donde viviste tantas emociones y en el cual fuiste realmente feliz las 24 horas del día. Mi aventura en San Gil empezó igual que para todos, con miedo a lo desconocido e inquietud hacia lo nuevo.
Esa inquietud fue la que me llevo apuntarme este verano a un Campo de Trabajo, nunca había oído hablar sobre ellos, pero gracias a unas compañeras de clase, los descubrí. Me atraía la idea de participar en uno, de hacer algo diferente por una vez en mi vida e intentar ayudar a los demás, así que decidí apuntarme a San Gil. A mis padres nos les atraía mucho la idea, decían que no estaba preparada para esto, pero eso me hizo más ganas de ir y allí estaba yo, una chica de 19 años que poco sabía hacer por ella sola porque en casa lo tenía todo, se embarcaba a una aventura sola sin ayudas de papá.
Deseaba cada día más que llegará ese 5 de Agosto, que sin saberlo haría que San Gil se convirtiera en ese pequeño pueblo de Extremadura que me robaría el corazón. No he sido tan feliz en ningún otro lugar como lo fui allí. Allí todos somos iguales, todos nos divertimos, lloramos y compartimos emociones. En San Gil están esas pequeñas personas, que en la vida diaria la gente no les toma atención, pero ¿Sabéis que? Esas personas, los usuarios, son los que cada día tienen una sonrisa y un abrazo para ti. Muchos de ellos capaces de muchas cosas por si solos pero todos capaces de hacerte disfrutar cada minuto del día. Estas personas me han enseñado a vivir y a ser feliz de una manera tan natural y pura, me encanta la ternura y ese toque infantil que nos demostraban cada día y creedme que no hay ni un día que no piense en ellos. No puedo evitar echarles de menos, a Goyita que reboza felicidad por todos sus poros, A Loren que es mi Loren, que siempre le llevo en mi corazón, a Mimi con esos abrazos que te dejan sin respiración de la felicidad que te transmite, a Ester que lleva dulzura escrita en su sonrisa y así podría seguir con Javi, Luque, Carlos Alberto... Todos y cada uno, son un recuerdo maravilloso, que no paro de revivir cada día, siempre en un momento del día tengo que hablar de ellos con alguien y así en verdad siento que el recuerdo que tengo de ellos sigue vivo, y sonrió como una tonta al recordar sus caras, sus sonrisas, sus canciones, sus bromas, o sus ‘’ te voy a echar de menos’’.
En mi corazón también me lleve a mis pellejos y pellejas, a esas personas que puedo llamar amigos y aunque se lo digo todos los días, aun echo de menos estar con ellos cada día. Pasar las noches bajo las estrellas, recordando lo feliz que era estar allí con los usuarios y lo mucho que íbamos a extrañar todo eso. Estoy contando las horas, minutos y segundos para volver a verles, para cantar las canciones con las que nos deleitaba Carlos Alberto y mantener viva esa felicidad que nos dieron. Porque aunque cada uno de los usuarios era diferente ,todos nos aportaron algo, y es algo que no se puede expresar con palabras y eso es lo más bonito de esto, saber que de verdad fuimos felices con ellos porque lo sientes en el corazón , ese cosquilleo o esas ganas de llorar cuando ves una foto suya o escuchas alguna canción en la radio que te recuerdan a ellos, eso es lo que verdad importa, la huella que han dejado en nosotros, porque ellos son el pilar fundamental de esta gran familia .
San Gil es mágico y esta gran familia no estaría completa sin Mica, Javi y Chuchi, al cual echo de menos cantarle ‘’viva nuestro conductor’’ en cada viaje. Ellos que hacen todo lo que está en sus manos para que cada verano se haga posible el Campo de Trabajo y a quienes agradezco tanto haberme dado la oportunidad de haber sido parte de esta familia. Ellos, que renuncian a quince días para poder seguir haciendo felices a los usuarios, que nos han enseñado millones de lugares maravillosos y que nos recibieron con la mejor hospitalidad que podíamos pedir, para ellos solo tengo palabras de agradecimiento para el resto de mi vida, porque sin darse cuenta nos han enseñado tanto y nos dieron los mejor quince días que se puede pedir.
San Gil, me cambio la vida, siento que soy otra persona desde que me fui de allí, me ha dado tantas cosas y siento que le debo tanto, me encantaría volver a vivir otro verano allí , porque San Gil me dio eso que echaba de menos, sentirme querida y recordar que con pequeñas cosas podemos sonreír . Pero sobre todo lo que me llevo de San Gil es que si das con la persona adecuada puede cambiarte la vida, abrirte los ojos y ver que hay millones de personas que pueden hacerte muy feliz.
Y si tú que estás leyendo esto ,seas quien seas ,te digo que nunca en tu vida vivirás algo tan intenso y gratificante como esto, así que ve y sigue haciendo feliz a esas pequeñas personas que te están esperando y te prometo que vivirás un inolvidable ‘’ Verano Verano , Verano en San Gil, que bonito es el verano ‘’.

Valoración Personal de Jon Asensi, Voluntario del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

“Hoy hace un mes que nos marchamos de San Gil. He querido esperar a que pasara este tiempo para acoplarme a mi nueva rutina y poder ver cuales son los efectos que este lugar ha tenido en mi vida.

No son efectos físicos. No son cicatrices visibles, un color más moreno, o una manera de vestir diferente, sino huellas más profundas. Son huellas de valores.

Cuando vuelves y echas de menos a la gente con la que allí te has encontrado es cuando empiezas a ver que no ha sido una experiencia más, que es algo que te ha llegado hondo y te ha cambiado cosas. Sigues hablando con la gente que allí has conocido, a pesar de que haya pasado un mes, de que la distancia sea cada vez mayor y de que cada uno empiece a recuperar su vida, pero a la vez empiezas a valorar todo lo vivido desde un punto de vista nuevo: Todos aquellos problemas del día a día te parecen nimios frente a los problemas que afrontan en Placeat y San Gil. Empiezas a dar prioridad a otras cosas que antes no la tenían, y le restas importancia a otras que antes te parecían un mundo, aprendes a ser más flexible y tolerante, porque ahora nos es más evidente que nunca que cada uno es un mundo, y que si ocupamos tiempo creándonos prejuicios sobre los demás, es un tiempo que le estamos quitando a poder disfrutar de ellos o a conocerlos de verdad. Creo que esta es la mayor lección que puedo haber sacado de mi estancia en San Gil.



Rememorando todo esto me viene a la cabeza una frase que escuché hace años y me pareció tremendamente acertada, pero que en las últimas semanas se ha hecho presente en mi vida, y es una frase de Mahatma Gandhi que dice “Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Valoración Personal de Anabel Aguilar, Voluntaria del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

Hace más de dos semana que se acabó la maravillosa aventura que comenzó un 5 de Agosto en San Gil, y aún hoy recuerdo con amargura aquella última noche, aquel momento de despedida en el que cada uno de nosotros dijo unas palabras y durante el cual las lágrimas no me dejaron expresar todo lo que me habría gustado. Espero plasmar en estas palabras de forma clara todo lo que ha significado para mí esta experiencia. Aún recuerdo como si fuese ayer el momento en el que llegué a la finca de San Gil. Momentos de incertidumbre en los que ni yo ni ninguno de mis compañeros sabíamos qué era lo que nos esperaba, excepto mi gran compañera y amiga Lucía, que desde los primeros momentos nos empezó a contar algunas de las maravillas que nos aguardaban. La verdad es que durante los primeros momentos me mostré muy reticente a todo lo que escuchaba. No creía que durante estos 15 días iba a conocer a gente tan fantástica, que iba a aprender tantísimo de ellos y ni se me pasaba por la mente todo lo que iba a disfrutar.

No me imaginaba lo equivocada que estaba, aunque no tardé demasiado en darme cuenta de mi error. Y es que llevaba tan solo unas horas en la finca de San Gil y parecía que llevaba allí media vida. La simpatía de los usuarios, el cariño que nos dieron y la confianza que se respiraba en el ambiente me hizo acomodarme de una forma increíble. A partir de ahí comenzaron 15 días inolvidables. 15 días en los que no solo he disfrutado de usuarios, voluntarios y monitores, de los sorprendentes paisajes que cada día descubríamos, y de cada momento vivido, sino que también me han servido para pensar y aprender muchísimo.

El cariño de Manolo, la dulzura de Saluki, la ternura de Tomás, la energía de Javi, las bromas de Lorenzo, los inesperados abrazos de Alberto, las canciones de Carlos Alberto, las sonrisas de Mimi, Eva, Jorge, Luque, Felipe… Los momentos en la furgoneta, en los caminos andando, mientras nos bañábamos o simplemente mientras descansábamos. Ellos me han enseñado más que nadie en estos días, y es que ahora, después de asimilar todo lo vivido, me doy cuenta de lo relativo que es el tema de la discapacidad. Discapacitados serán en algunos aspectos de su vida diaria, pero puedo asegurar que en otros aspectos la que me sentía discapacitada a su lado era yo. No tengo más que recordar el momento de subida al Trabuquete, en el que el gran Jorge nos ayudó a las dos voluntarias que íbamos con él, tirando de nosotras, ralentizando su paso y ayudándonos en todo lo que podía y más. O a Manolo trabajando, siempre incansable. O las lecciones de Tomás, su fuerza y su sentir. ¡Qué grandes son, y qué pequeña me sentía yo a su lado en tantos momentos!


Está claro que los verdaderos protagonistas de este campo de trabajo son los usuarios, sin ellos este campo de trabajo no tendría sentido, pero para mí nada hubiese sido igual sin mis queridos compañeros. Cuando con tristeza dejábamos a los usuarios en su residencia para que descansaran de un día lleno de emociones, y subíamos a la finca a descansar también nosotros, sólo tenía que mirar a mi alrededor para descubrir a las fantásticas personas que tenía a mi alrededor. La increíble fuerza y valentía de Jessica, con su contagiosa risa y siempre al compás de Claudia, quien siempre tiene una bonita palabra que decirte, Alba y sus inesperados comentarios. Mi increíble compañera de tienda, Lucía, que ha estado conmigo en todo momento y cuya presencia ha sido indispensable para mi y para este campo. Jon, Álvaro, todos y cada uno de ellos. Y como no, los monitores: gracias por hacer todo esto posible, porque con vuestro trabajo habéis conseguido que me sienta como en casa y que viva una experiencia irrepetible.


Dos semanas después de estos días tan intensamente vividos la única pena que me queda son las horas que me perdí, que no aproveche con los usuarios tanto como tendría que haberlo hecho. También me queda la angustia de pensar que todo lo vivido siempre serán recuerdos y nada más que eso, aunque espero que esto no se cumpla, pues una parte de mi se quedó en San Gil, en aquella finca con aquellas maravillosas personas. Se que algún día, que espero que sea pronto, volveré a verlos y a llenarme de su vitalidad.
Mil gracias a todos y cada uno de vosotros, a los que han luchado y lucharán porque este campo de trabajo siga año tras año, y a los que habéis hecho que este campo de trabajo sea para mí algo inolvidable. ¡¡ Gracias ¡!

domingo, 1 de septiembre de 2013

Valoración Personal de Lucia Malfeito, Voluntaria al Campo de Trabajo San Gil/Placeat

Comenzaré mi historia remontándome dos años atrás, una tarde en San Gil, una compañera y yo comentamos la idea de volver a participar en este campo de trabajo, ya que a las dos nos estaba gustando mucho la experiencia y estábamos dejando atrás muchas cosas que ya no nos gustaba, yo, muy decidida le dije que repetiría sin dudarlo y ella me contestó la frase que yo creía que marcaría mi segundo viaje a San Gil ‘’Segundas partes nunca fueron buenas’’.

Me presento, soy Lucía, y os contaré que hace dos años ya participé en el campo de trabajo de San Gil en Plasencia. La primera vez que vine, diré la verdad, no tenía ni idea de que iba a encontrarme aquí ni que venía a hacer realmente, no me gustaba el campo, no me gustaba estar lejos de casa y lejos de mi familia, verme a seis horas de autobús con gente que no conocía, no me gustaba nada y me daba auténtico miedo

Este año volvía a llevar malos momentos en mi maleta otra vez, pero bueno, esos en el último momento decidí dejarlos aquí y que no condicionaran mis quince días en lo que yo ahora considero mi segunda casa, porque como yo siempre digo y diré, nunca he sido tan feliz, tanto tiempo seguido como lo fui allí. Comencé mi viaje sin poder parar de pensar en todas las cosas que me habían dicho, unos no entendían el porqué repetir campo de trabajo, otros no entendían que en mis vacaciones me fuese a trabajar a un campo, otros me decían que me quitara de la cabeza que sería igual de genial que la primera vez, otros que no me fuera… y como eso mis cosas, pero yo os diré algo, cuando llegué a San Gil y me volví a encontrar con mi casa, lo sentí tanto por todos los que no entendieron que quería volver, porque una vez que ví a los usuarios bajarse de la furgoneta con esas sonrisas y esas ganas, entendí porqué no había podido olvidarme de este lugar.


Cuando comencé a abrazarlos, a darles besos, y ví que ellos aún se acordaban de mí, no hay dinero, ni vacaciones pagadas, que den más felicidad que ver sus caras de nuevo. Ellos son los que hacen especiales estos días, no podré olvidar la paliza que le dí a Jorge en el Trabuquete, el pobre no paraba de decirme ‘’ya queda menos’’ porque veía que ni mi compañera ni yo podíamos dar un paso más, no os podéis imaginar como tiró de nosotras todo el camino, contándonos anécdotas e historias increíbles. Tampoco me olvidaré de Tomás, al que yo llamo cariñosamente ‘’mi abuelito’’, me prestó su hombro más de una vez, sus oídos unas cuantas veces más y sus brazos para dejar que me apoyara en él para no resbalar en Monfragüe otras tantas, y mi Lorenzo, que tanto cariño me dio mi primer año y que esta segunda vez no ha sido menos. Y bueno que deciros de Mimi, la primera vez que estuve en el campo, un compañero me regaló una foto con ella, y mi padre, muy orgulloso, no me dejó colgarla en mi cuarto y la tiene puesta en su espejo para verla todas las mañanas, no sabéis la de besos y abrazos que le he pedido a Mimi, y las veces que la he llegado a desesperar, pero ni una sola me ha dejado sin ellos. En fin tampoco puedo dejarme atrás a Carlos Alberto y sus canciones, cartas, bailes y sobre todo las de veces que ha dicho que el último día volvería a llorar, a Javi, que, con lo sonriente, aventurero y simpático que es me dejó helada la última noche cuando comenzó a llorar cuando vió que esto se acababa, ¿y Saluki? bueno es que ella es lo más, ella se tiende en su toalla, tú te tumbas a su lado y te empieza a invadir el cariño que desprende, sus rosquillitas para que te relajaras son lo más, y claro como no, su hermano Manolo, que no conseguimos meter en el agua ni a tiros, no hubo forma, pero las risas que no habremos echado con él. Eva y su emoción cuando le regalamos su pulsera, Alberto y sus arranques de cariño, Goyito, al que nosé porqué pero es que lo miro y me parece tan entrañable, simplemente me encanta, y tantos de ellos, todos increíbles.



A mis monitores, bueno perdón, a mis amigos les diré una vez más que gracias, muchas gracias por regalarme estos quince días, otra vez, por darme una segunda oportunidad, algo que no todo el mundo tiene, por volver a enseñarme esta tierra de la que me enamoré hace ya dos años. A Javi, por estar conmigo a tantos kilómetros de distancia, en los buenos y malo momentos, por escucharme tantas veces, por ser tú, gracias de todo corazón, eres mi ojito derecho ya lo sabes, a Mica, por hacer que me sienta tan bien estos días, por hacer que aproveche esto al máximo, por no dejarme salirme de la piscina y por darme las gracias tantas veces por esos desayunos, eres increíble, y a ti, Chuchi, por ser el que ha luchado por esto hasta el final, porque lo importante siempre son ellos, nuestros usuarios, gracias una y mil veces por cambiar tanto mi vida, por hacer que vea las cosas importantes de la vida, por hacer que valore más todo lo que tengo, y por darme una segunda oportunidad más, no sabes lo que te agradezco todo lo que has hecho y haces por mi, ¡eres grande!


Y a mis compañeros de campo, les diré que ha sido un placer coincidir en esta vida, de verdad, gracias a todos por vuestro cariño y vuestra amistad, aquí me tenéis para lo que os haga falta. Si todas las segundas partes fueran así…!yo repetiría! GRACIAS

Valoración Personal de Rubén Viera, Voluntario del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

Después de más de una semana desde que finalizó el campo de trabajo, me invaden pensamientos de nostalgia y tristeza. Nostalgia, por las excursiones en los bosques de hayas y abetos que nos permitían disfrutar de la gran biodiversidad tanto en flora como fauna, los baños en las diferentes pozas de agua cristalina, las visitas a los diferentes pueblos del norte de Extremadura donde se nos mostraba las costumbres, historia, gastronomía y otros aspectos culturales de dichos lugares y también la preciosa ciudad de Cáceres que destaca, por una buena calidad arquitectónica tanto en iglesias como en diferentes monumentos, como plazas y parques, que te permiten disfrutar de una ciudad donde el paso de los años ha hecho que el visitante disfrute de dicha maravilla, también destaca la ciudad de Plasencia donde tiene importancia la visita guiada por el alcalde al ayuntamiento de la ciudad. Además del sentimiento de nostalgia me invade uno más fuerte e importante que es el de tristeza, por no estar ahora con la gente de allí .

Tristeza, por la ausencia de mis compañeros (en mi vida cotidiana) que posteriormente se convirtieron en amigos y con los que espero mantener una posterior relación con el paso de los años, ya que son gente que te permite crecer como persona y además fueron participes de muchos momentos divertidos y tiernos. Por ejemplo, las noches de convivencia donde lo pasábamos muy bien, con diferentes juegos propuestos tanto por los monitores como por los voluntarios que nos unían en unos instantes que nunca se borrarán de mi memoria.

También, otros momentos son las infinitas conversaciones que teníamos donde abundaban las risas y el pensamiento de que llegará un momento en el que se acabe este paraíso y despertemos en nuestra vida fuera de San Gil y nos dábamos cuenta que teníamos que aprovechar hasta el último segundo para que luego fuera eterno. Otras personas que también ocupan una parte importante de mi corazón son los usuarios personas de las que todos hemos aprendido, ya que hemos estado juntos prácticamente todo el día tanto en las excursiones como en nuestra residencia trabajando en la limpieza y cuidado de esta. Los usuarios nos han enseñado a ver el mundo de otra forma porque para ellos una conversación, una mirada, una sonrisa, un abrazo , puede ser suficiente para alegrarles el día y tú disfrutas ya que es como si te vieras a ti mismo en tu propia esencia y te olvidas de tus problemas. Además los usuarios nos han mostrado que lo más importante es el cariño entre dos personas ya que ellos lo muestran en cada palabra y en cada abrazo.

Otras personas importantes, son los monitores y las dos voluntarias europeas ya que han permitido el desarrollo tanto a nivel de manutención como en las actividades donde no han ocurrido ningún imprevisto importante. Además nos han enseñado como mejorar en el trato con los usuarios siendo uno de los principales objetivos del campo de trabajo.

Por otra parte, en relación a las críticas prácticamente no hay ninguna ya que el campo de trabajo está muy bien planificado para la gente interesada en el trato con personas con discapacidad mental (los usuarios) y sólo como sugerencia para los posteriores años pondría haber algún día donde sólo se hagan actividades manuales con los usuarios en nuestro campamento o hacer las actividades que hacemos en la convivencia con ellos siempre que se pueda.
Para concluir, decir que yo me quedo del campo de trabajo con las personas que he conocido y que gracias a su amor y los momentos felices que hemos compartido siempre me acompañaran en la vida y en mi corazón. Muchas gracias.

Valoración Personal de Wilson Rojas, Voluntario del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013


"A mí personalmente me pareció bien esta experiencia con el trato con personas con discapacidad, ellos nos enseñaron muchas cosas, valorar más la vida y todo que tenemos, el lugar no está nada mal, todo lo contrario me gustó el lugar del campo, la comida, los usuarios que son un encanto, los monitores que hacen un buen trabajo, los lugares que hemos visitado me ha parecido muy bonitos, en general el campo estuvo bien, solo único q sugiero es que dure una semana más el campo de trabajo, seria genial.."